jueves, 5 de mayo de 2011

Cambiamos, cambian, cambio, cambias

Todo en esta vida se encuentra en constante cambio.
 Unas veces las cosas vuelven a su sitio después de haber cambiado, como un ciclo. Otras veces las cosas cambian para siempre y nunca vuelven a ser las mismas.
Hay ocasiones en las que los cambios que ocurren se encuentran sencillamente en nuestra cabeza, es decir, no cambian las cosas, sino que cambiamos nosotros y nuestra forma de verlas.
Otras veces, sucede lo contrario. Cambian las cosas y no nos damos cuenta. Nos quedamos atascados en el mismo pensar sin adaptarnos, sin moldearnos. Permanecemos con los mismos paradigmas y somos incapaces de entender algo diferente a lo que estamos acostumbrados.
Cuando las cosas cambian para bien, nos adaptamos fácilmente. Sin embargo cuando los cambios no son lo que esperábamos nos cuesta adaptarnos y muchas veces nunca llegamos a hacerlo del todo.
Las circunstancias de la vida pueden variar hasta los extremos y es entonces cuando se manifiesta lo que realmente somos, y aplicamos nuestros principios, y es el momento en que aflora nuestro verdadero YO.
Debemos ser capaces de permanecer constantes en nuestra esencia, en nuestros valores, en nuestro ser; y ser capaces de moldearnos cuando las circunstancias lo ameriten, cuando las pruebas nos exijan generar cambios en nuestra conducta, obrar siempre bien, pero también obrar para sobrevivir.

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