martes, 5 de junio de 2012

En tus ojos (parte 1)

Cuanta dulzura me provocas.

Nada de lastima, al contrario, me haces suspirar... me despiertas tanta admiración. A mi vista eres fuerte y valiente. A tu vista, no sé. !Si tan solo pudieras verme! Si tan solo pudiera despertar con mi voz y mis acciones aunque sea una parte de toda la ternura que siento por ti.

Te quiero enamorar, y es curioso, pero aunque no puedas verme, me gusta vestirme linda cuando sé que te voy a ver. Puede ser que no me mires... puede ser que tus ojos siempre se encuentren perdidos en el oscuro abismo del horizonte; pero aunque no tengo la posibilidad de sonrojarme con tu mirada, si puedo confesar que el rubor alcanza mis mejillas cuando sonríes... y mucho más cuando yo soy el motivo.

Me gustaría mostrarte cómo soy. Pero me da mas miedo mostrarte mi alma que enseñarte cómo soy físicamente. Y a sabiendas de que no puedes verme, tuve la osadía de tomar, con mi mano sudando, una de tus manos, lo cual te sobresaltó un poco pues siempre te aviso antes de tocarte. Esta vez no lo hice. Simplemente sujete tu mano y te dije "quiero que reconozcas mi cara". Sonreíste brevemente, provocando un temblor vigoroso en mi interior. Tratando de que no te dieras cuenta de mi nerviosismo, puse tus dedos sobre mi nariz. "Es muy pequeña!" dijiste riendo. Luego acariciaste mis mejillas. Ya tu mano estaba explorando por cuenta propia mi rostro. Yo disfrutaba mientras comentabas que sentías mis mejillas rosadas. No conocías mi color. Continuaste, pasando con delicadeza en una cálida caricia por mis ojos..."Tienes unas largas pestañas!" exclamaste.

Parecías divertirte y, como siempre, mostrabas mas seguridad en ti mismo que incluso la que yo mostraba en mi misma. Con ambas manos, rozaste mis orejas, lo cual me divirtió y emocionó. Bajaste por ambos lados de mi cara hasta que tus pulgares se posaron sobre mis labios. En ese momento tu rostro mostró la expresión mas extraña que mis ojos habían visto en ti. Fue como si pasara de la diversión a la sorpresa y a un repentino nerviosismo. Pensé que apartarías tus dedos de mis labios. Sin embargo, la suavidad de tus caricias se intensificó de tal manera que no pude hacer mas que sujetar tus manos y apartarlas despacio para que se detuviera ese ascendente rubor que me invadía. Mi rostro se había calentado un poco y desee haberte detenido antes de que lo notaras.




Entradas populares