jueves, 7 de marzo de 2013

Concepción parte III





-Gracias por ofrecerme tu ayuda- me dijo por teléfono cuando hablamos- envié a Damián una lista de los libros que leerá este mes… ese es el plan a largo plazo, sin embargo me ha comentado que lo suyo ha sido una especie de ‘negligencia’ puesto que nunca se dedicaron a investigar bien el caso y tampoco tiene nadie que le eche una mano para probar su inocencia…serias de mucha ayuda en este caso y te ruego me nos apoyes.

-debo hacerte esta pregunta. Soy consciente de que debe haber más de una razón por la cual lo quieras ayudar, sin embargo deseo que me la expliques...-

-Sabes bien que una vez conoces tan ampliamente los desiertos ajenos habrías de ser muy cruento como para simplemente saber que tienes a tu alcance una ligera esperanza para alguien perdido y no harás nada con ella.

-tienes toda la razón.- y así comenzamos a movernos. Jacobo, antiguo compañero de la secundaria, ya abogado, nos ayudo. Diario dedicábamos algo al caso de Caimbra, ella con sus informes, llegando Damián a tardar un promedio de dos días por libro. A sus superiores les sorprendió esto causando la proposición de una posible reevaluación del programa.

-Como podría un convicto sin acceso a la tecnología hacer tales informes?- defendió Ade.-

-Quizá lo que se debería ponderar sea su solidaria labor, Srta. – le respondió con cierta ironía uno de los colaboradores del programa. Sin embargo no tenían más argumento y le dejaron en paz. Me pregunto por qué les resulta a los demás tan chocante cuando ven cierto progreso…si, hasta yo me vi sorprendido con los brillantes informes y la velocidad con que eran devorados los volúmenes que se le asignaban al joven, sin embargo es más noble dejar dicha sorpresa en meras frases de admiración y no intentar detener ese progreso.

Tras haber leído el reporte que hizo de ‘Los miserables’ me termine de convencer el por qué Adela sentía tanto fervor por conseguir ayudarlo de alguna manera. Puede que alguien de su nivel, tras leer una sola vez la obra, comprendiera tan bien el humanismo y se identificara tanto con la redención del protagonista, asociándola con la posible oportunidad que se le presentaba, puede que un muchacho de su edad y condición comprendiese tal razonamiento sobre el bien y el mal, sobre la ley, la política, la ética, la justicia, religión, la defensa a los oprimidos y otros matices de la novela?
La única que leía sus reportes era Ade y a quien esta quisiera enseñándolos  De hecho me había comentado y no me pareció mala idea publicarlos en un futuro, pero mientras tanto lo más prudente era mantenerlos en la confidencia.

Mientras se trabajaba en el asunto de probar su inocencia, ella trabajaba con él en los reportes al mismo tiempo que intercambiaban cartas para mí un tanto desconocidas. En una de las pocas que llego a mostrarme, Damián le contaba que pasaba horas absorto en las obras literarias, que su cerebro soñaba tanto de día como de noche y el tiempo se le esfumaba; que a pesar de estar preso jamás se sintió tan libre, que nunca amo tanto los libros como cuando fueron su única compañía, la única voz que le decía que la vida continua, que la vida existe, que la vida vale la pena.

 Le contaba –y con esto me identifique- que realmente nadie le había ensenado a abstraerse en la literatura de tal manera, que la curiosidad propia y la búsqueda de algo diferente, la magia de llenarse con otras realidades lo habían atrapado en su temprana adolescencia pero que nunca había sido tan completa como ahora. Le contaba que los libros le habían enseñado a burlarse en cierta manera de la realidad. Que le era placentero evocar todo tipo de escenas, recreándolas en su cabeza y burlar las rejas y la seguridad para viajar por Europa de la edad media, Latinoamérica del siglo pasado o Grecia. Le contaba que los libros le habían ensenado el atrevimiento de soñar, de desaprender que era un esclavo y aprender en su lugar que era capaz de tener una vida, de viajar, que era merecedor de ello y que aparte de eso tenía la posibilidad de lograrlo.

Un domingo estábamos Ade y yo disfrutando bajo una de mis sombras favoritas en el parque, comiendo Pringles y almendras, con ejemplares de Mario Vargas Llosa, Azul, Baudelaire y Moliere.

-El poeta, el cisne…cuando leo a Rubén Darío veo todo rosado!- río. Detesto y a la vez amo la afinidad de nuestras opiniones… por ende, si alguna obra me era desconocida y ella me la recomendaba, ya sabía de antemano que iba a ser de mi agrado. Podíamos pasar horas muertas en tal carrusel de comentarios, críticas y alabanzas.

-eh! Que tienes ahí, que no me has enseñado- dije al ver un pequeño morado volumen entre sus cosas.

-Cuan completo es nuestro arte…sin movernos nos hace amar lugares, personas, nos contagia el amor por la pintura y nos obliga a amar también el teatro!
Saco el ejemplar cubriendo el titulo. Lo abrió de una sola vez, como si esa fuera la página más consultada, incluso en ella parecía dividirse el libro. Comenzó a recitar y a la vez que lo hacía, el monologo era recitado en tres lugares a la vez: en sus labios, en su mente y en la mía… y ninguno de los dos miraba la pagina:

¡Ay mísero de mí, ¡ay infelice!
Apurar, cielos, pretendo,
Ya que me tratáis así,
qué delito cometí
contra vosotros naciendo.
Aunque si nací, ya entiendo
qué delito he cometido;
bastante causa ha tenido
vuestra justicia y rigor,
Pues el delito mayor
del hombre es haber nacido.
Sólo quisiera saber
para apurar mis desvelos
(dejando a una parte, cielos,
el delito del nacer),
¿qué más os pude ofender,
para castigarme más?
¿No nacieron los demás?
Pues si los demás nacieron,
¿qué privilegios tuvieron
que no yo gocé jamás?
Nace el ave, y con las galas
que le dan belleza suma,
apenas es flor de pluma,
o ramillete con alas,
cuando las etéreas salas
corre con velocidad,
negándose a la piedad
del nido que dejan en calma;
¿y teniendo yo más alma,
tengo ménos libertad?
Nace el bruto, y con la piel
que dibujan manchas bellas,
apénas signo es de estrellas
(gracias al docto pincel),
cuando, atrevido y cruel,
la humana necesidad
le enseña á tener crueldad,
monstruo de su laberinto;
¿y yo, con mejor instinto,
tengo menos libertad?
Nace el pez, que no respira,
aborto de ovas y lamas,
y apenas bajel de escamas
sobre las ondas se mira,
cuando á todas partes gira,
midiendo la inmensidad
de tanta capacidad
como le da el centro frío;
¿y yo, con más albedrío,
tengo menos libertad?
Nace el arroyo, culebra
que entre flores se desata,
y apenas, sierpe de plata,
entre las flores se quiebra,
cuando músico celebra
de los cielos la piedad
que le dan la majestad
del campo abierto á su huida;
¿y teniendo yo más vida,
tengo menos libertad?
En llegando á esta pasión,
un volcán, un Etna hecho,
quisiera arrancar del pecho
pedazos del corazón.
¿Qué ley, justicia ó razón
negar a los hombres sabe
privilegios tan suave
excepción tan principal,
que Dios le ha dado a un cristal,
á un pez, á un bruto y á un ave?
Es verdad. Pues reprimamos
esta fiera condición,
esta furia, esta ambición,
por si alguna vez soñamos:
Y sí haremos, pues estamos
en mundo tan singular,
que el vivir sólo es soñar;
y la experiencia me enseña
que el hombre que vive, sueña
lo que es, hasta despertar.
Sueña el Rey que es rey
Sueña el rey que es rey, y vive
con este engaño mandando,
disponiendo y gobernando;
y este aplauso, que recibe
prestado, en el viento escribe,
y en cenizas le convierte
la muerte, ¡desdicha fuerte!
¿Que hay quien intente reinar,
viendo que ha de despertar
en el sueño de la muerte?
Sueña el rico en su riqueza,
que más cuidados le ofrece;
sueña el pobre que padece
su miseria y su pobreza;
sueña el que á medrar empieza,
sueña el que afana y pretende,
sueña el que agravia y ofende,
y en el mundo, en conclusión,
todos sueñan lo que son,
aunque ninguno lo entiende.
Yo sueño que estoy aquí
destas prisiones cargado,
y soñé que en otro estado
más lisonjero me ví.
¿Qué es la vida? Un frenesí.
¿Qué es la vida? Una ilusión,
una sombra, una ficción,
y el mayor bien es pequeño:
que toda la vida es sueño,
y los sueños, sueños son.



Tras concluir el monologo, ella con su voz y con su mente y yo con la mía, una sola persona vino a nuestro pensamiento y bastó tan solo un gesto de complicidad para darnos cuenta de que en ese momento pensábamos lo mismo. 






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