lunes, 4 de marzo de 2013

Concepción parte II


Lo peor de mediante las ventanas de mis libros conocer tantas realidades diferentes es la inquietante necesidad de cambiar el mundo o al menos lo que veo diariamente, sintiendo, modestia aparte, que veo las situaciones cotidianas desde una especie de segundo piso el cual es de cristal, dándome otra perspectiva, como si viera las cosas como el espectador de una película de desastre en la cual por más que intente gritar a los personajes no me escucharan...
He pasado los últimos días aislado de todo. A penas hable con Ade el viernes pasado para cancelar nuestros planes de seguir conversando por motivos que no llegó a explicarme muy bien...
Fue esta noche cuando, al revisar mi correo recibí noticias de ella. Me contaba que habían pasado demasiadas cosas en torno a su trabajo y a los reportes de sus presos, especificando, contándome con lujo de detalles. El cansancio no impidió que continuara leyendo las páginas del adjunto tras la advertencia de la longitud y detalles de su relato.

 "Te advierto- decía su correo- que más abajo te explico a mis anchas todo lo que ha acontecido, sin embargo se que no solo te despierta interés sino que eres un individuo acostumbrado a digerir información en grandes cantidades...de cualquier manera siéntete libre de leer a la velocidad que gustes...me parece curioso; siento que me voy a convertir en tu libro humano!"

Me he dado cuenta con el tiempo de que un libro es como un platillo. -Decia el correo- No basta con intentar describir a alguien más su sabor pues esta persona nunca conocerá de lo que hablas hasta que lo pruebe. Inclusive puede que lo perciba de manera diferente y puede que le guste o no. Lo mismo sucede cuando leemos. Cada persona imagina las escenas a su manera, a su gusto. Para algunos puede ser repugnante, o sublime. Para otros aburrido o bien pueden llegar a identificarse. De todo esto me he dado cuenta con los reportes que me llegan. Como has de suponer, más de la mitad son escasos, perezosos. A penas dos párrafos haciendo un mal intento por engañarme, para suponer que realmente leyeron. Siento tantos deseos de dedicar una tarde a sentarme con estos caso, a hablar con ellos, a tratar de evocarles ese amor por la lectura, pero no puedo. Como te dije, como en el caso de los platillos, es necesario que experimenten ellos mismos el sublime placer de transportar la mente a otras realidades, de viajar sin abandonar tu silla, de vivir lo que otros viven…en fin.
Han sido pocos pero sustanciales los informes que me han logrado convencer de que realmente han leído las obras. Un caballero llamado Joaquín está a punto de conseguir su libertad condicional, pues la ha acercado tanto habiendo leído ya 32 libros en menos de seis meses. También esta el señor Antonio. Sus ensayos son bastante jocosos. Le sabe encontrar la gracia a todo, hasta a las historias más trágicas. Estructuro uno de sus ensayos como un poema, convirtiendo así la Ilíada de Homero en una comedia…
Son los menos, pero hay lectores bastante agudos, incluso algunos otros se han llegado a convertir en verdaderos críticos de la literatura…pero ninguno como nuestro amigo.
Te preguntaras sobre su reporte del Amor en tiempos del Cólera. No lo esperaba hasta una semana después de que se lo indique, de hecho pensé que tardaría más de una semana como hizo con Werther. A los dos días recibí el sobre con su nombre. Era su ensayo:

“Todo hombre debería tener por algún ser la devoción encarnecida de Florentino Ariza por su Fermina Daza. Una devoción que no puede ser llamada locura pues muchas veces la locura es pasajera. Tampoco puede ser llamada obsesión pues la obsesión es intensa. Esto no sé cómo se podría llamar, pero era algo pasivo, silencioso, expectante. Siendo pero dejando ser; no traicionando su sentir aun cuando no fuese compartido. No atándose a ningún otro ser aun cuando ella sí lo hizo. No masoquismo, pues su delirio y disfrute consistía en el simple hecho de aquella existencia, de aquel respirar, viviendo mas por ella que por sí mismo, desde que conoció sus ojos almendrados de trece años; hasta que abrazo por fin su cuerpo arrugado hacia lo mas postrero de los días de ambos sin aun todavía traicionar un compromiso ni romper otro corazón que no fuese el propio. Lo que Ariza conoció a lo largo de su vida no dista mucho de lo que esta aconteciendo en la mía. El deseo ardiente diario, a cada segundo, por coincidir por obra y gracia del destino con quien anhelaba estar, consciente de lo imposible, y aun así persistiendo en un sueno…mas que eso en una convicción de alcanzarla. Con una voluntad tan letal capaz de aunque fuese al final traer a la realidad, empujar desde lo imposible a lo posible, a lo palpable, eso que lo mantenía vivo, ese punzante empuje que lo hacía despertar y comer, que nunca lo abandonó. Para el ella era más que un sueno, era real y era su empuje. Para mí no se trata de una ‘ella’… o puede que sí. Más bien su Fermina es mi libertad ”

Me estremecí al llegar a esta parte del correo. Más que por otra cosa, por la realidad del intérprete. Un convicto con apariencia desfachatada, actitud indiferente, modalidades bajas en contraste con tal sentir…Continúe leyendo para conocer más acerca del sujeto.

A la mañana siguiente no tome el auto bus a mi oficina. Fui directamente a Concepción. ‘Esta no es hora de visitas’ me dijeron. Detesto el apacible carácter con el que fui dotada, sin embargo a pesar de el, permanecí de pie ante la recepción atando conjeturas en mi cabeza. El policía que me había hecho el comentario la vez anterior observaba inmóvil cerca de la entrada. Gire sobre mis talones para salir. Cuando puse mi mano sobre el picaporte el policía sujeto con un brazo la puerta. ‘Acompáñeme’ dijo.
Medio minuto después me encontraba caminando por el hostil pasillo de uno de los pisos de la prisión, junto al policía, siendo bombardeada por toda clase de comentarios y piropos obscenos provenientes de las  celdas a ambos lados del pasillo repletas de mugrientos hombres vestidos de naranja. Avanzamos hasta la celda 23 en la cual se encontraba solo sentado en un catre, con mirada perdida, Damián.
Nos miro con ojos de sorpresa, pero el resto de su rostro estaba serio. Estuvo a punto de ponerse de pie, pero permaneció allí con sus manos ligeramente unidas. Tenía algunas pulseras en la mano derecha. El policía abrió la celda y me indico que podía entrar. Permaneció a fuera mientras hablamos.
-Como estas?- comencé
-Es necesario que hagas esa pregunta?- dijo lanzando una pequeña sonrisa irónica. Su voz era difícil de describir. Supongo que es como el plato de comida o los libros. Debes escucharla para saber cómo es.
Decidí ir al grano
-Estoy aquí para confirmar que realmente eres tú el autor de semejantes informes… Damián, esto va mas allá de una simple felicitación. Deseo que extiendan lo más posible tu libertad condicional, y pienso ayudarte en ello.
Sus ojos brillaron y tragó en seco.
-Eso…se puede hacer?- pregunto con una pizca de temor en la voz
-Si colaboras…realmente se muy poco de ti… no conozco bien tu situación actual como convicto, tengo muy poco dominio de estos temas, sin embargo tengo cierto poder en cuanto al programa de lectura. Veo que tienes mucho coraje, es como si con todas tus fuerzas quisieras salir pero no haces nada al respecto.-
-todos somos culpables aquí… no hay quien los convenza de lo contrario…y nos hacen despedirnos de toda esperanza de ver la luz un día- hablaba tan serio, sus palabras parecían mas leídas que dichas. Me conmovió más que otra cosa.
-Esa no fue la actitud que percibí en tu último ensayo.-
-Y que podrías tu hacer por mi?- dijo otra vez con ironía.
-Te leíste en dos días un libro con el que tarde un mes…eres capaz de superar al Don Joaquín en cuanto a cantidad de libros y así lograr para ti un mejor pronóstico. Te asignarían ocho clásicos semanales hasta que tengas la sección de clásicos completa, luego iríamos recorriendo autores contemporáneos. Un informe diario y poco a poco habremos agregado tantos días a tu libertad condicional según el programa lo permita. Es todo lo que puedo prometer. Si pones de tu parte quizás…
-He asumido las rejas con mas sumisión que cualquier otro preso culpable –me interrumpió- lo que me propones suena a mucho. Me harías un gran favor no dándome esperanzas que no tengo
-sí que las tienes
-tú que sabes- dijo alzando la voz y poniéndose de pie con violencia. El carcelero comenzó a golpear las rejas para instaurar el orden y unos cuantos presos lanzaron carcajadas a lo lejos. Me puse de pie y pedí que me abrieran. Camine en compañía del policía a lo largo del pasillo. No deseaba pensar en nada en ese momento. Que había detrás de este muchacho que lo hacía querer y no querer ser ayudado… me odie a mi misma por meterme en lo que no me importa. Ese es el problema que enfrentamos muchos escritores cuando confundimos la literatura con la realidad. No porque alguien sea bueno expresando un sentimiento significa que realmente sea eso lo que siente. Quizá Damián solo se estaba desahogando pero no tiene realmente deseos de ser libre… quizá el crimen que cometió no deja ninguna posibilidad a que nada lo ayude, y realmente no quiere tener falsas expectativas. Me sentí avergonzada… pero recuerdo haber percibido en lo que dijo que de alguna manera no era culpable. Molesta conmigo misma pero a la vez satisfecha de mi osadía…y aun así molesta por el arrebato de Damián, acudí a mi oficina para continuar con los artículos que me había solicitado un amigo editor para su revista. Trabajar me ayudo a distraerme bastante. Transcurrieron tres días y al caer la tarde, cuando estaba recogiendo para ir de la oficina al auditorio donde tendría lugar el recital de poesía, me detuvo una compañera para poner en mis manos un sobre desde concepción. No comprendí por que decía Damián Caimbra puesto que no le había asignado ningún otro libro. El contenido de aquella carta llevo al motivo por el cual tuve que cancelar nuestra cita. Había escrito:
“Srta. Adela.
Antes que nada le pido disculpas por mi actitud. Junto con la incredulidad que sentía por sus dos visitas, estaba reacio a entender que alguien pudiese interesarse por lo que me sucede. Agradezco sobremanera su intención de querer ayudarme. Le suplico que no deje de asignarme obras, pues para mí los ensayos que le escribo son la única forma que tengo de desahogarme. Estoy en el infierno. Aquí las cosas se dicen a golpes o a gritos. Usted es la primera persona en años que me ha susurrado. A mi parecer han sido susurros. Deseo que me permita dirigirme a usted más seguido así no sea mediante informes, pues no tengo a quien escribir. Lo que me sucede, lo que pienso se va acumulando en mi mente y eventualmente terminara por volverme loco. No quisiera parecer suplicante. De hecho si le molesta que haya escrito también hágamelo saber. No deseo ser un cayo. Ahora, en cuanto a su plan para conmigo, no abandone las esperanzas. Tan solo aparento ser un caso perdido pero fue la única con quien pude darme el lujo de quejarme de mi realidad. A continuación le describo por que penden de un hilo tan fino mis esperanzas de salir algún día de Concepción:
El señor Jacobo Caimbra, mi padre, fue encontrado en el rio una madrugada silenciosa de un 30 de marzo, hace más de tres años. Fui el primer y único sospechoso de aquel ‘asesinato’. Si, la noche antes habíamos discutido. Sí, la noche antes había amenazado con matarlo. Sin embargo no fue más que un arrebato de ira, fruto de mi rebeldía, de la rabia de un adolescente resentido. Intente explicarle eso al juez. En el fondo sentía que en parte el era culpable de que jamás conocí a mi madre. El estaba muy disgustado por las locuras que yo había venido cometiendo. Peleábamos por el destino del beneficio obtenido del robo del último auto. Fue una pelea fuerte y asustábamos a los vecinos. El tenía mucha ira y bebía aquella noche.   No hay pruebas tangibles de que haya sido yo, más que un supuesto testigo, quien dice haberme visto arrojarlo al rio. La verdad es que tras haber discutido y habernos golpeado, me había ido lejos, sintiendo como una opresión intentaba aniquilar mi pecho.
De todos modos, Adela, aunque su plan funcione, tengo varios cargos. No soy cien por ciento inocente, pero no fui el asesino de mi padre. Al principio, al llegar a Concepción, yo cargaba fresca toda esa ira. Estaba adolorido por la muerte de mi padre y deseoso de llegar a los golpes con quien sea. Tuve muchos problemas por mi conducta y sufrí los horrores que menos se imagina y que no deseo que se imagine. Poco a poco fui aceptando el hecho de que ya no tenía nada y asumiendo el rol de autómata que se me impuso. Hasta hace nueve meses era menos que un hombre muerto. Los muertos por lo menos descansan. Yo sufría por tener que estar vivo. Luego llego el primer libro. Y el segundo. Y el tercero. Desde que llegue aquí nos habían dado la facilidad de leer pero no fue sino hasta que nos impusieron el programa por obligación y posteriormente empecé a escuchar rumores de que mientras más libros leyéramos nos facilitarían las cosas. No me entusiasme con el programa por el hecho de que había una posibilidad por tenue que fuera de una futura libertad, sino más bien porque me encontraba con otra libertad mediante las mentes de aquellos autores. Los primeros reportes que hice fueron bastante tímidos- diría que hasta me había des acostumbrado a escribir- y de seguro por eso no los había notado. Sin embargo todo aquello que iba guardando explotaba a la hora de escribir, aunque el fin no fuera desahogarme, me costó comprenderlo pero pronto me permití a mi mismo liberar mi pensamiento. Así hasta que llegue a Werther y creí haberme tomado demasiadas libertades a la hora de escribir. Hasta que aquel día llego usted. No creí que fuera a pasar algo así. Vera, quizá para usted haya sido una diligencia mas pero para mí fue el primer día digno de contar desde hace tres miserables años. No pido verla pronto. El tiempo se me hace más lento. Tan solo no abandone su plan inicial para conmigo, sea cual sea, y dele un poco de sentido a mis putrefactos días.
Placer saludarle
Damián Caimbra.”
Ese viernes, en lugar de acudir a su cita, me dedique a investigar. Jamás odie un tema tanto como odio lo legal, sin embargo, busque tanta información como pude. Volví a leer acerca del programa de lectura. Hable con mi superior “A la libertad condicional, en el caso que me expone, no se pueden agregar días, lo que se podría es acercar la fecha, evaluando la conducta del reo…lo que si seria significativo, pero eso ya no es de nuestra incumbencia, es que se demostrara su inocencia”
No pude continuar con el correo. Me propuse a mi mismo localizar a mi amiga lo antes posible…no era una hora prudente para llamarla así que le deje un mensaje, ofreciéndole todo mi apoyo para con el caso de Caimbra.


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