viernes, 7 de noviembre de 2014

El primero de muchos

Hay muchas cosas que mi mente olvida rápidamente, pero hay otras que por alguna razón las recuerdo con bastante claridad. Recuerdo perfectamente mi primer dia en primero de primaria. Tanto así, que cierro los ojos y puedo verme sentada en aquella mesita y ver todo el salón. Todo era tan nuevo para mí. La pizarra verde, encabezada por el crucifijo, debajo de un abanico de techo. El salón era menos colorido que en aquellos que había estado antes. El uniforme era diferente. Solo sé que me sentía exactamente igual que tantas veces después. Muda. Solo observando. Es la primera vez que registro haberme sentido así. Como dije antes, la primera de muchas. 
Supongo que la razón de ésto es porque era la primera vez que me encontraba en un lugar en el que no conocía a nadie. En el que nadie me conocía. En el que me sentía fuera de lugar. El primero de muchos.
Recuerdo que me pusieron a trabajar con una niña llamada Denisse. Aún me sentía incómoda. Recuerdo mi mochila nueva. Era una maleta de ruedas, azul oscuro, con un gato amarillo. Para mí era genial. Pero todos tenían mochilas. Con el tiempo, terminé por odiar las maletas de ruedas. Bueno, en general, hacer a niños en crecimiento cargar con pesados bultos llenos de libros todos los días, como si fuesen animales de carga, no debería si quiera permitirse. Otorgo a ésto parte de la culpa por mi desviación en la columna y corta estatura.

Puedo recordar los cuadernos que hacíamos con dedicación durante todo el año. En él poníamos las cosas mas lindas y serían entregados a las madres en mayo. Eran de tamaño más pequeño que los cuadernos normales, y estaban forrados con papel de regalo. Mi momento favorito de las clases era cuando nos lo entregaban para avanzarlo. 

Recuerdo la planta "embarazada" que estaba fuera del curso de música. Una palmera con un ensanchamiento en el tronco. Recuerdo el descubrimiento de un terreno lleno de matas de plátano, detrás de la cancha. Recuerdo las cosas que quería hacer, como cantar, pero esos lugares ya estaban ocupados. Y poco a poco me fueron enseñando que era normal estar en el último lugar. 
Y no sé por qué me fué tan fácil aprenderlo y tan dificil desaprenderlo. Aun lo hago inconcientemente. Ceder. Esperar mi turno. Aceptar. 

Quizás cualquier cosa que le enseñes sin palabras a una niña de seis años, se quedará para siempre, como un hábito inconsciente e irrompible. 

Recuerdo ser molestada, recibir burlas, apodos. Y eso quizás lo recuerda cualquier niño. Pero lo extraño es que recuerdo aceptarlo. Recuerdo no saber defenderme. No saber que estaba mal que se burlaran. Recuerdo haber sentido que por alguna razón, lo merecía. Será que no se desarrolló en mí algún instinto de auto defensa? No lo sé. Solo sé que a esa edad, no lo tenía. 

Algo bueno salió de todo aquello. No sólo aprendí a seguir a delante luego de pasar por burlas. Me hice INMUNE a la vergüenza. Ya no me afecta. Simplemente sigo a delante cuando sé que he metido la pata. O cuando quedo en ridículo. O cuando alguien me subestima. Hago cosas que muchas personas no harían, porque simplemente sé que la vergüenza no mata. Bailar o cantar en público. Usar disfraces ridículos. Hablar frente a una audiencia. Ir a una excursión sola, sin conocer a nadie. Aprendí a ser independiente. A disfrutar únicamente de mi compañía. A sentarme a comer sola en un restaurante. A llegar sola a una fiesta. A soportar pasar un fin de semana completo sin salir con amigos, simplemente leyendo o viendo películas. A aceptar la entrada y salida constante de amigos a mi vida. A dejar ir fácilmente. A entender que nadie, absolutamente nadie es responsable de mi vida, sólo yo, y que la mayoría de las personas (excepto mi madre) me aprecian y valoran por el aporte que puedo hacer a su vida. No lo contrario. Y que si no me doy a conocer, no sentirán que soy necesaria para ellos. A fin de cuentas, todos hacemos eso, no? Exceptuando la familia, todos estimamos, valoramos o queremos a alguien porque aporta algo a NUESTRA vida. Ya sea amistad, buenos momentos o incluso cosas materiales. O simplemente porque nos agrade. NOS agrade. 
Quizás ahí radica mi problema. Nunca me esfuerzo por agradar a la gente. (A menos que sean clientes). No pienso en los demás, ni suelo ser "nice", porque simplemente me sentiría falsa. No finjo que me importas si no me importas. 
No es que soy inhumana o indiferente a las necesidades ajenas. (De hecho, siento empatía y aprecio por muchas personas a las que considero maravillosas) Hablo de lo emocional. De cierta dependencia que a veces se da. Despues de todo...aprendí a crecer sola. A entretenerme sola. A crear en mi mente relaciones ficticias con personajes que piensan que soy fabulosa. Después de todo... Es lo que todos hacen. Simplemente que les asignan esos personajes a personas de carne y hueso. Y ahí vienen las desilusiones. Algo de lo que me he librado. 

Hay muchas cosas que mi mente olvida rápidamente. Pero hay otras que simplemente recordaré hasta que deje de funcionar mi cerebro. 





No hay comentarios:

Publicar un comentario

Entradas populares