miércoles, 7 de noviembre de 2012

Mas

Hace un tiempo escribí, y no recuerdo cuando, que los cambios duelen. En cada transición hay un dolor que mi presente pereza mental se niega a describir. Depende del cambio, como lo tomemos, pero siempre existe una incomodidad, alguna reacción. Nadie es cien por ciento inmune a los cambios.

Hasta ahora ese primer párrafo estuvo aburridisimo, no lo recomiendo leer, espero que no sea muy tarde. Ultima mente he vivido entre contrastes. O esa parte de mi conformada por mi sentir y mi pensar, puesto que exteriormente siempre es lo mismo y mas de lo mismo. Pero por dentro, esa parte que tenemos cada uno que es como un niño inocente espectador de todo lo que nos acontece y que se siente o bien alegre y regocijado o bien desolado y triste, en ambas situaciones impotente. Bien. Ese niño, ese sentir... ha estado sometido a sube y bajas. Empezare por el actual estado que me es mas fácil describir. Un anhelo. Se siente mendigo. Huerfano. Se siente frustrado y desesperado, cansado de esperar pero negándose a renunciar a esa pizca de esperanza que le queda en un deseo tan absurdo, en el mas incomplacible de los caprichos...todo esto en un ambiente frívolo, escaso de cariño, sonrisas y calidez, la cual le ofrecen otro grupo de personas que le obsequian a cada momento aprobación, ternura, admiración, mimos y abrazos. En esos momentos, es como si agua fresca corriera por mi interior, como si algo me elevara. Ese niño encuentra todo lo que le hace falta y se llena de alegría y emoción. Olvida por momentos ese ensueño que una vez le hubiese traído la oferta de aquel capricho incomplacible, que llegó a parecerle tan cercano, tan posible...que aun al haberse reusado a creerlo al principio llego el momento en el que el ritmo de sus latidos dependía de ello... y ahora se siente... triste.



No hay comentarios:

Publicar un comentario

Entradas populares