jueves, 9 de abril de 2015

Yo digo lo que quiero

La especulación acerca de la posible reacción que provoque aquello que salga de mí, no será motivo para censurar lo que mi cerebro considera que debe ser dicho. Reacciones siempre habrán. Dichas o pensadas.
Es más, guardo la esperanza de un día hacerme inmune a las reacciones negativas, a los contraataques. Muy bien; puedes no estar de acuerdo con el juicio que yo emita o con las acciones que ejecute; pero si algo de lo que dije o hice irrumpió de alguna manera en tu paz mental, quiere decir que no fue dicho en vano, ya que te hizo por lo menos reflexionar, o por lo menos algo de mi opinión quedo en tí.
No soy de las personas que discuten mucho. De hecho prefiero quedarme callada y darte la razón, a entablar un debate sin sentido. Y precisamente por esa forma de ser, es que cuando emito un comentario que contradice lo que mi interlocutor está diciendo, lo encuentran más  chocante de lo que sería percibido si viniera de otra persona con más tendencia a la verborrea.
No decir más de lo necesario, pero cuando mi mente se inquieta y decide que ese pensamiento debe ser escuchado, leído, o hasta demostrado en una acción, no hay nada que me detenga de hacer que dicho mensaje llegue de una forma u otra.

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