martes, 7 de febrero de 2012

continuación de la nota anterior


-tiene que ser una broma, o algún tipo de prueba- fue lo primero que pensó. Metió el papel en su bolsillo, confirmando cada cierto tiempo que estuviera ahí  para asegurarse de que no eran impresiones suyas. Cada tanto lo sacaba y lo miraba. Incluso llego a memorizar el numero como si aquellos nueve digitos fueran a decirle algo mas que un dato numérico.
-hago algo… o mejor lo dejo así- pensaba.- debería llamar… o mejor intentaré hablarle en persona… a lo mejor es una señal de que lo intente… no me voy a quedar así-
Paso los siguientes días debatiéndose en silencio, bajando la mirada cada mañana cada vez que ella llegaba, para evitar contacto visual. Finalmente se armó de valor un día y, minutos antes de salir, esperó que ella saliera.
-Señorita, hola.- dijo con un hilo de voz. Ella siguió caminando sin mirar. ‘debo terminar lo que empecé´ pensó el y caminando detrás de ella, logro captar su atención. –me preguntaba si podría almorzar con usted.- dijo rápida y torpe mente, tratando de preparar su mente para amortiguar cualquier posible respuesta, sea positiva o negativa.
-No acepto invitaciones en el trabajo.- fue su seca respuesta. Siguió caminando y desapareció por la salida. Tomas se quedó parado unos minutos con una sensación agridulce. Orgulloso de sí mismo por la valentía de haberlo intentado, pero a la vez sintiéndose un tonto, porque le habían advertido que aquello pasaría.
Entre la seca respuesta de ella y la osadía de él, se debatía en su mente algo que le impedía resignarse a que había sido rechazado… el número de teléfono.
Por qué razón se lo habría dado… de querer hablar con ella, desde cualquier departamento bastaba con marcar la extensión de su oficina … pero era un número local…
No dejó de darle vueltas al asunto y, resuelto a no pasar una noche mas con dudas, decidió llegar ese mismo día a una conclusión.
6:30. Sentado en la cama, en su pequeña habitación. Teléfono en una mano, número en otra. Sentía como la sangre subía por su cabeza hasta su cerebro. Marcó, apretó la mandíbula y acercó el aparato a su oído.
-Hola- contestó una voz femenina al otro lado de la línea
-Srita. Kim. Como está- dijo entrecortadamente.- habla el Sr. Tomas de la oficina.
-Si?-
-Es que… el otro día me dio su número y me preguntaba si se anima a tomar algo mañana.-
-Está bien. – dijo con voz pasiva… el estaba incrédulo. Su cerebro trabajó rámidamente y de pronto fijó hora y lugar.
-puees… hasta mañana- dijo sin poderlo creer. A pesar de las sucesivas noches con dificultades para conciliar el sueño, aquella fue de verdad una noche de insomnio. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Entradas populares