Sostuve
en mis manos el diario, a su lado, bajo nuestra sombra acostumbrada, cayendo
poco a poco en cuenta a medida que iba leyendo el artículo escrito por el,
narrando de una manera literaria, como yo había conocido a Damián, contando la versión
que sustentaba su inocencia, describiendo la manera en la que el hacia los
informes y devoraba libros, aclarando al final que se trataba de un caso de la
cárcel de Concepción. Junto al artículo, en una columna a la derecha, ponía
algo escrito por Damián… era su interpretación del libro “La vida es Sueño” con
el encabezado “Soñé haber despertado” haciendo referencia de una forma
brillante a la obra, relacionándola incluso a todo lo que había sucedido
después de conocerme.
Ella miraba el diario sin que su expresión me
proporcionara el mas mínimo dato acerca de lo que en ese momento cruzaba por su
mente, con relación a eso que yo sabía que tanto le importaba. Le explique que
varias personas tras haber visto el artículo se habían manifestado a favor de
que el caso llegara a un desenlace justo y, llamando así la atención de las
autoridades, volvieron a evaluar el caso llegando a la conclusión de que no
presentaba los cargos por los que había sido apresado. Luego le dije lo mucho
que lamentaba no habérselo contado antes de que se hubiese llevado la sorpresa
de la noche anterior.
Ella volvió a leer la columna… dejando que se
le escapara una sonrisa, dejándome saber de que era mientras leía la
parte que hablaba de ella haciéndome consciente de que no me arrepentía en lo
mas mínimo de haberlo ayudado a salir. Es lo que ella quería. Es lo que el
merecía.
-Aun me siento algo confundida- fueron sus
palabras después de un rato de haberme escuchado.
-y que piensas hacer ahora que sabes que es
libre- dije temiendo un poco la respuesta. En el fondo, imaginar que lo buscara
despertaba el ser egoísta tan dormido en mi, el cual prefería que ella
estuviera lejos a que dejara de mantenerse cerca de mí, compartiendo todo lo
que ambos amábamos -aunque fuese para obtener mi ayuda, con lo cual me
conformaba-; solo por abrir las puertas a esa misteriosa relación con el ex
convicto.
-en primera instancia… diría que ya todo lo
que pude haber hecho por el ya lo hice…-dijo pronunciando sus palabras como si
las leyera de algún lado- se veía anoche como lo que es ahora…un hombre libre.
Tras haber permanecido en silencio breves
momentos más, llego a desahogarse poco a poco, llegando a catarsis, cosa que
supe cuando me dijo que era probable que únicamente ella tuviera influencia
alguna sobre él cuando estaba preso. Que podía ser posible que hubiese sido
dejada atrás junto con los muros de la prisión.
-No supongas nada, Ade. –fue lo único que me permití
decirle al respecto. Se mostraba en paz. Difícil me había sido hasta ese
momento prodigarle alguna muestra de cariño, debido a la relación tan casi
exclusivamente intelectual que habíamos tenido; sin embargo la necesidad de
convencerme a mí mismo de que realmente se encontraba a mi lado, sumada a la
tranquilidad que secretamente me producían sus conclusiones, puse mi mano sobre
su hombro y estampe un beso en su cabeza. Atento a la más milimétrica de sus
reacciones, no pude apreciar ninguna alteración de la normalidad; simplemente
en una fracción de segundos tomo mas aire de lo normal, haciendo que mi mente
quisiera engañarse a sí misma disfrazándolo de un suspiro.
Los días posteriores fueron tranquilos,
mencionando poco menos de lo necesario, lo ocurrido. Le manifesté mi intención
de conseguirle trabajo en el diario, seguro de que tendría éxito. De alguna
manera ella priorizaba mi compañía y eso me gustaba. De cualquier modo, no
dejaba de sentir que todavía le quedaban dentro ciertos restos de
aquello que callaba y que yo no indagaba.
Pasa el
tiempo. Puedo decir que todo esta saliendo bien. Todo ha salido bien y estoy
contenta. Pronto iniciare un nuevo trabajo, agradecida de no tener que regresar
a la academia a dar clases, lejos. Ah… la academia. A veces me asalta el
recuerdo del rostro trigueño del Señor J.P…. y lo relaciono con algo tan
familiar.
Salgo
casi todos los días con él. Nuestra relación se ha estrechado de tal manera que
de ser vista desde afuera parecería que somos pareja. Entiendo que lo que
tenemos es demasiado hermoso como para convertirlo en otra cosa que no fuera
amistad de la mejor que hay. Me han comentado incluso, casi con indiscreción,
que él se preocupa bastante, que sería excelente para mí.
Y Damián.
De a poco me he acostumbrado a la idea de que el lapso de tiempo en el que
ocupaba un lugar en mi vida se ha ido extinguiendo, dando inicio de manera
subrayada desde el momento en que lo vi con aquella chica.
Desdicha
la nuestra, la de los que soñamos antes de que las cosas sucedan siquiera. De
los que tenemos un mundo interior tan grande que nos hace envolvernos en
nuestras propias historias haciéndonos confundirla con la realidad llegando a
engañar incluso a mi corazón. Quizá de alguna manera me haga bien comenzar a
crearme historias en torno a mi amigo… después de todo, el ha hecho tanto por mí.
Le importo… y a Damián… bueno. ? Que esperaba? Es un alma salvaje. Su corazón
seguramente dio riendas a una alternativa libertad mientras escribía sus
ensayos. Uno no puede esperar que el rio frene su cauce; ¿quien ha de pretender
que el viento se siente sobre una piedra a contemplar una margarita? ; Nadie
puede esperar que un tigre persiga una mariposa o que un ser criminal permanezca
fiel a una caricia de papel.
Un día
me dicen en el nuevo trabajo que tenía que entregar unos papeles al diario, los
cuales no tenía conmigo. Fui a buscarlos a la oficina del programa y mi
superior, tras saludarme afablemente, me dijo que esos papeles se encontraban
en las oficinas de concepción.
-Ciertamente…
-recordé. Le di las gracias y me dispuse a ir a buscarlos, preparando un
amortiguador interior para el recuerdo. Tras llegar y ver la enorme entrada,
uno de los guardias me acompañó a la oficina. Me hicieron esperar unos
momentos. Luego me hicieron pasar y me los entregaron. Cuando me iba, veo de
lejos al oficial que en aquellas ocasiones me había permitido el acceso a Damián.
Esa sensación. Ese ver un rostro que me presumía tener más historias de las que
en realidad vagamente tenía. Me pregunte que me estaba pasando, pero llegue a
la conclusión de que simplemente quien escribe va de a poco fusionando
historias que les adjudico a un rostro con la realidad distante a aquella
persona.
Entre tales
pensamientos, un impulso hizo que uno de mis latidos me golpeara por dentro y
me volví a preguntar por Caimbra. Me dijeron que le habían dado una
indemnización y que se encontraba trabajando y reintegrándose a la sociedad. Sentí
una réplica de las veces que había sentido el oxigeno tal cual alimentando mis
pulmones. Un agradable y cálido bálsamo hizo que mi rebelde corazón
permaneciera tranquilo.
Una vez
en casa, levante el teléfono para ver donde comeríamos aquel día. La
contestadora. Qué extraño. Comienzo de lejos a escuchar el sonido de una armónica.
Al principio me pareció haberlo estado imaginando. Pero tras unos momentos más
me fui dando cuenta de que era real y se intensificaba a medida que me acercaba
a la puerta. Me asome por la ventana.
Caimbra
estaba allí, recostado de la verja de entrada, sosteniendo el instrumento ante
sus labios. Mi primera e involuntaria reacción fue cubrir mi boca con una mano.
Me quede inmóvil unos instantes y volví a mirar. Continuó tocando y al notarme
se detuvo y bajó la armónica para quedarse sereno.
Tomé
aire y crucé la puerta. Avancé unos pasos. Pocas o casi ninguna vez había
podido verlo ante mí de pie, en toda su altura, tras haberse erguido al ver que
salí. Tenía mejor aspecto. Su rostro se veía limpio; no llevaba el arete pero
sus cruces me recordaron que se trataba del mismo de la primera vez. Me miraba
sin expresión. Le dije que pasara y posteriormente nos encontrábamos dentro,
intercambiando pocas palabras; él me siguió hasta la cocina. Algo me impedía
acercarme mucho, siquiera tocarlo.
-¿tienes
hambre?
Me
dispuse a preparar la comida. El no mencionaba nada relevante pero sus ojos no
dejaban de seguir cada uno de mis movimientos. Comimos aún en silencio.
Silencio que me llenaba de tal manera que no deseaba más nada. Simplemente
saberlo cerca, saberlo libre, saberlo feliz. Simplemente había tanto que decir
que las palabras no sabían cómo abrirse paso.
Momentos
después de silencios interrumpidos por comentarios acerca de los nuevos
trabajos de ambos, en los que hablaba tranquilo, mirando la mesa… me quede
mirando su rostro. Se sentía diferente que estuviese aquí. El sintió de alguna
manera mi mirada y clavó sus ojos en los míos, petrificando así mis
movimientos.
-Gracias-
dijo calmado, luchando porque aquella pequeña sonrisa no se le escapara.- por
todo.
Una vez
se hubo marchado, me desplomé en la cama, con la mirada perdida; en un estado
de no saber qué sentir, ni qué pensar; pero muy consciente de lo que quería
sentir y pensar. En ese momento recuerdo la foto y cómo Damián había escrito en
su carta que vendría por ella. Pudo haberlo olvidado.
Era un domingo por la tarde y tomábamos sol en
el patio mientras leíamos a Rubén Darío. Amo la pureza de nuestra relación. Ella
leía para ambos el cuento parisiense de La Ninfa.
“La cadera a flor de espuma parecía a veces
como dorada por la luz opaca que alcanzaba a llegar por las brechas de las
hojas. ¡Ah!, yo vi lirios, rosas, nieve, oro; vi un ideal con vida y forma y oí,
entre el burbujeo sonoro de la linfa herida, como una risa burlesca y armoniosa
que me encendía la sangre.
De pronto huyo la visión, surgió la ninfa del
estanque, semejante a Citerea en su onda, y recogiendo sus cabellos, que
goteaban brillantes…”
- …el delirio de los poetas- dije- que sin
malicia alguna contemplan absortos la rosada carne de las ninfas.-
En ese instante ambos compartimos nuestro
silencio. Solo la escuchaba respirar y ella a mí.
De un momento a otro ella decide entrar y la
sigo. Como si todo pasara de manera irreal, y dejándome sin palabras, ella me
retira los anteojos sin avisar, y me quedo viendo puras sombras. Veo de manera
borrosa su silueta y como se mueve cruzando la sala. Avanzo pocos pasos sin
saber si reírme o asustarme. Decidí
hacer lo segundo al darme cuenta de que se despojaba de su vestido.
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